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LAS EMOCIONES EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS
Aunque llevamos muchos meses hablando del Coronavirus, no empecé a ser consciente de las consecuencias de este, hasta que un niño de la escuela me preguntó:
- Lau, ¿qué es el Coronavirus? ¿Te puedes morir si lo coges?
Yo al principio me quedé sorprendida porque, el hecho de que un niño pequeño me hiciera esa pregunta, me hizo generar una emoción: el miedo.
Miedo porque no estaba informada y no sabía responder, miedo porque si me lo preguntaba él, significaba que no era tan lejano, y miedo porque no sabía si iba a estar a la altura a la hora de explicarle sin crearle (y crearme) alarma.
El miedo está acompañando a mucha gente estos días, cuando vamos al supermercado y no tenemos que mantener distancia 6 llevar guantes, cuando vemos las noticias y la cifra de contagiados aumenta exponencialmente, cuando nos enteramos que alguien cercano está enfermo en el hospital, cuando nuestros amigos y conocidos sanitarios nos cuentan lo mal que lo están pasando, cuando no sabemos cómo vamos a sobrellevar este virus, ni cuánto tiempo va a permanecer en nuestro día a día…
Generalmente, cuando pasamos por una situación traumática o estresante, desconcertante o simplemente que no entendemos, como es esta, solemos manifestar de forma natural estos tres tipos de emociones:
1. Miedo, incertidumbre, ansiedad…a lo desconocido. Es una emoción sana, normal y totalmente necesaria en nuestra vida. Nos protege y nos ayuda a alejarnos de aquello que nos asusta.
2. Enfado, ira, rabia o frustración. Aparece como consecuencia a una percepción de algo o alguien que quiere hacernos daño y por lo tanto tendemos a enfrentarnos a él.
3. Tristeza, esa gran estigmatizada y también la más evitada. Es la emoción que se encarga de devolvernos el equilibrio corporal y emocional ante una emoción fuerte e intensa (como podría ser el miedo, ansiedad o enfado). Nos ayuda a la auto-conservación, a replegar nuestro cuerpo, a llorar y sacar poco a poco aquello que nos duele, para poder después volver a la normalidad.
Con los niños pasa igual, pero a veces lo manifiestan de una forma que para nosotros los adultos, es desconcertante.
- ¿Por qué llora nada más levantarse?
- ¿Por qué le pongo su plato preferido y ahora no lo quiere?
- ¿Por qué llora por todo?
- ¿Por qué algo que ya no hacía, vuelve a hacerlo?
Teniendo en cuenta que para la mayoría de ellos, el hecho de que se cerrasen los colegios y las escuelas de un día para otro y apenas sin avisarles fue una experiencia un tanto traumática (su rutina, aquello que les da mayor seguridad, se vio completamente alterada), es de esperar que a lo largo del día vaya expresando estas emociones ante cosas que “aparentemente” nada tienen que ver.
Los lloros, enfados, rabietas, etc. Entran dentro de la normalidad en estos momentos. El cerebro inmaduro de los niños no les permite tener autocontrol emocional, por lo que en una situación que no dominamos ni los adultos, menos.
Por otro lado, la convivencia entre nosotros 24h al día, saliendo sólo lo imprescindible e intentando sacar nuestro propio trabajo, la casa, la comida, los niños, hacen más frecuentes los choques, y los enfrentamientos, añadiendo a la situación más estrés.
Es importante asumir que estas emociones (enfado, rabia, tristeza, frustración, miedo,…) van a salir a lo largo del día y debemos normalizarlas hacia los niños y hacia nosotros mismos, dentro siempre de los límites del respeto por ambas partes.
Debemos ser por tanto, comprensivos con nuestros hijos y acompañarlos con paciencia y cariño (ahora precisamente, tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo sin prisas).
Para nosotros los adultos, sería bueno también buscar y tener un espacio al día dedicado a la expresión libre de emociones, solos o acompañados, sin juicios ni opiniones.
Hay que recordar que somos personas diferentes y el estar triste o con miedo en algún momento del día es necesario para esa persona, por lo que no debemos vetarlo.
Recordad que la tristeza es necesaria para poder equilibrar las otras dos emociones, así que si un día quieres estar triste, permítete estarlo, y sobre todo, permíteselo a tus hijos.
Laura Muñoz Picos
Psicóloga M-32241
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